Es un tambor de dos parches. Consta de una caja o cuerpo de madera cilíndrico, de menor diámetro que altura (de 30 a 50cm de diámetro aproximadamente), con dos parches a manera de tapa y ataduras o tensores de cuero que se ajustan con anillas o presillas del mismo material, regulando la tensión de los parches. Pero los parches se aseguran con dos aros de madera, y las ataduras aprietan estos aros con lugar de los parches en si.
El cuerpo del bombo se construye a veces de un barril vacío y con aros de hierro, pero por lo general se fabrica espcialmente, ahuecando un tronco de madera blanda, como el ceibo, sauce, curupay o pacará ahuecado; o bien madera terciada (guatambú, cedro).
Los aros se hacen preferentemente de tala, de pino blanco o sauce.
Para los parches se usan pieles de oveja o de cabra; o bien una piel de cabra y otra de oveja, reemplazadas muchas veces por pieles de chivo y de cordero por ser más durables. En tiempos anteriores se usaron también pieles de guanaco, llama o vicuña.
El bombo se ejecuta con dos baquetas (maza y palo) en un solo parche, alternando con golpes en el aro. El parche suele ser percutido también en distintos lugares, con lo que se obtienen matices sonoros diferentes. Los toques típicos de acompañamiento de las expresiones musicales argentinas forman generalmente birritmia con la melodía, a causa de que no coinciden sus respectivos acentos principales.
Hoy la función de este instrumento es puramente recreativa. Su uso está muy difundido en toda el área centro-noroeste, y es elemento infaltable en los conjuntos folklóricos que interpretan manifestaciones vernáculas desde San juan hasta Jujuy y Santiago del Estero, donde tiene plena vigencia.
Constituye, quizás, la única herencia negroide en la música de nuestro país.
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